Blitzkrieg, el ataque relámpago de los no convencionales
Bliztkrieg es el nombre de una táctica militar ofensiva que implica un bombardeo inicial, seguido del uso de fuerzas móviles que atacan con velocidad y sorpresa para impedir que un enemigo pueda llevar a cabo una defensa coherente. Traducido del alemán significa guerra relámpago. Blitzkrieg es, en nuestra opinión, el término más adecuado para definir la campaña global para imponer los hidrocarburos de yacimientos no convencionales como una necesidad de la Humanidad y ocultar así que, en realidad, es una urgencia del modelo capitalista. Motorizada por corporaciones y gobiernos y con un cerrado bombardeo publicitario, rápidamente instalaron a los no convencionales como la solución energética y fuente de bonanza económica. Un nuevo cuerno de la abundancia blindado a toda crítica por el triunfalismo de mercado.
A nivel local, YPF es la vanguardia desde 2009, cuando hizo los primeros grandes anuncios, pero sin duda su mayor protagonismo coincide con la irrupción del Estado dentro de la compañía. Los planes de incrementar la producción, con el autoabastecimiento y la generación de saldos exportables como fin, tienen como medio el avance sobre los no convencionales, el rejuvenecimiento de yacimientos maduros y la exploración hacia cuencas de frontera –tanto en el continente como en el mar.
Transcurrido un año de la expropiación a Repsol, la formación Vaca Muerta sigue siendo un horizonte: lo que la empresa no pudo avanzar en la explotación, por falta de recursos financieros y tecnológicos, lo hizo en el plano publicitario, no sólo presentándose como una alternativa confiable para el desarrollo nacional, sino como posibilidad de ahorro ante la inflación y el cepo al dólar. También ganó en publicidad lanzando al ruedo otras formaciones que se suman a la batalla por una Argentina Potencia no convencional: las formaciones Pozo D-129 y Aguada Bandera, estrellas de la Cuenca del Golfo San Jorge; Los Molles, Agrio y Las Lajas, en la Cuenca Neuquina, con menos prensa que su par bovina; Cacheuta, en Mendoza, la guarnición novedosa del banquete de Chevron; y Los Monos, en Salta, precalentando para entrar a la cancha. También se han visto políticas concretas de promoción a los no convencionales en el último año: incremento de precios tanto en petróleo y gas, aumento del valor de corte para exportación y fondos públicos para YPF y Enarsa.
Si bien YPF no es la única empresa en avanzar hacia esos horizontes, su política corporativa es, desde hace un año, política pública y marca tendencia en el plano local. Su alianza con Chevron no sólo implica la inyección de recursos para explorar y explotar Vaca Muerta, es también una señal para el sector privado, expectante tras la expropiación a Repsol. Fue sólo ratificar el acuerdo con la corporación estadounidense para que inmediatamente otras trasnacionales como Exxon, Total y Shell, hicieran nuevos anuncios.
La irrupción de los no convencionales desplazó de la agenda a la diversificación de la matriz energética, si es que alguna vez hubo intención política de abrir ese debate en los sectores más encumbrados del gobierno. Por otra parte, la lógica commodity persiste más allá de los discursos que, a partir de la promulgación de la Ley de Soberanía Hidrocarburífera, pregonaban la recuperación de los hidrocarburos como recurso estratégico. La apuesta del Estado por los no convencionales se mira en el espejo del modelo sojero y megaminero.
El ingreso de Chevron, por otra parte, se vincula con la política de Estados Unidos de promoción de los no convencionales a nivel global que busca asegurar, además, la parte del león a las empresas estadounidenses, sean estas operadoras de áreas o prestadoras de servicios. A través de esta técnica, la potencia del Norte incrementó su producción fronteras adentro aunque nuevos informes ponen reparos sobre el mentado boom, reduciendo su dependencia externa, pero como (su) Seguridad Energética es más que autoabastecimiento, promueve los no convencionales en los cinco continentes con el objetivo de diversificar las fuentes de abastecimiento, a fin de reducir la gravitación de otros actores de peso como Rusia, que cuenta con la mayor reserva mundial de gas, y generar alternativas a proveedores conflictivos, como los países de Oriente Medio y el Norte de África.
También esta avanzada corporativa gubernamental apunta a quebrar el prolongado estancamiento de la producción de crudo y el cercano pico gasífero de fuentes tradicionales, perpetuando la matriz basada en combustibles fósiles y apuntando a reducir el precio de la energía y garantizar los ritmos de producción. La crisis civilizatoria y climática no entran en la agenda. Aunque los artífices de la ofensiva postulan el desarrollo masivo del shale gas como una alternativa energética limpia, la explotación de estos yacimientos significaría un fuerte incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero, profundizando el calentamiento global.
Pasada la sorpresa y el desconcierto de la primera embestida, lejos de la resignación y del augurio de un final apocalíptico, la movilización popular, también global, va forjando sus propias herramientas y construyendo las defensas para contener y rechazar la ofensiva del fracking. Los debates sobre las formas de oposición y sus límites están abiertos; mientras tanto, aquel No francés, que en 2011 se plasmó en la prohibición de la fractura hidráulica en territorio galo, renace en nuestro país con el efecto Cinco Saltos, multiplicándose la promulgación de ordenanzas que prohíben esta técnica dentro de los ejidos del país.