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Los gastos en software y servicios informáticos mundiales ascendieron a unos USD $1.2 billones en 2011, según el “Informe sobre la Economía de la Información 2012” (Unctad,2012) de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. En América del Norte, el software y los servicios informáticos representan el 43% del gasto en TIC, frente a tan solo el 11% en África y América Latina.

La paradoja es que la industria informática privativa ha sido durante las últimas décadas la gran beneficiada de la inversión pública en TIC. Además, el margen de beneficio de las empresas que desarrollan software privativo está por encima de la media en otros sectores. Por ejemplo, entre los años 2010 y 2011, Apple tuvo un 40% de margen de beneficio y Microsoft, un 38% (Stefan, 2012).

Además, existe otro punto oscuro del software propietario: la violación de la privacidad de los usuarios. Las revelaciones de Edward Snowden, que sacuden el mundo desde junio de 2013, probaron que la National Security Agency (NSA) y el FBI estadounidense habían estado recopilando datos privados de los usuarios de algunas de las mayores empresas tecnológicas del mundo: Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, YouTube y Apple. La NSA recopilaba informaciones de millones de usuarios de los servidores centrales de dichas compañías gracias al programa PRISM.

El espionaje masivo de la NSA visibilizó otras prácticas de presión agresiva y vigilancia que la industria privativa de las TIC llevaba desarrollando durante décadas. Solo en 2014, las empresas de tecnología estadounidenses invirtieron setenta y cuatro millones de dólares en estrategias de presión directa a su Gobierno (Willis y Miller, 2014). El lobby del sector de las TIC también está actuando de forma intensa en las negociaciones del TTIP (Masse, 2014) (Tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea) y en todos los tratados de libre comercio de Estados Unidos con países del mundo, especialmente en cuestiones relativas a patentes y políticas de datos que restringen la libertad y amenazan la privacidad de usuarias/os de productos informáticos. Lo mismo sucede con la censura en varios países. El software privativo impide que la persona usuaria tenga acceso al código y por lo tanto, posibilidad de auditar y modificar el software, controlando que puedan efectuarse esas medidas de espionaje y control de las comunicaciones.

Como se mencionó antes, una licencia de software es un contrato entre partes y el documento de uso aceptado que acompaña cualquier pieza de software en su proceso de distribución. La mayoría de licencias de software privativo apenas autorizan al usuario a usarlo bajo un conjunto de circunstancias muy específicas y presentan restricciones desde las circunstancias de uso hasta el número de ordenadores en los cuales se implementará. Por ejemplo, en términos estrictos y atendiendo a lo dispuesto en las licencias de software, las personas no compran una copia de una pieza de software. Por el contrario, lo que adquieren es una licencia para usar una copia de dicha pieza de software, siempre y cuando cumplan con los criterios estipulados en el contrato de licencia.