La Nueva Agenda Urbana, lema y objetivo del Hábitat 3, abre la puerta a nuevos patrones de producción, distribución y consumo “sostenibles y responsables”, calificativos que ocultan la obsolescencia, la explotación de la naturaleza y del trabajo humano; el sacrificio de los cuerpos y de territorios como consecuencia de la extracción de petróleo, gas y carbón, fuentes de energía y de insumos para la petroquímica.

Hábitat III promueve e imagina un futuro global esencialmente urbano, desconociendo la importancia de los territorios rurales y el aporte de las comunidades indígenas y campesinas en la sustentación de la vida en el planeta. Justifica el despojo territorial de pueblos ancestrales; el vaciamiento de los territorios para proveer con materia prima a la industria; la urbanización de las selvas, bosques y comunidades campesinas a través de proyectos de “vivienda para los pobres”, “ciudades del milenio” u otros proyectos que se presentan como parte de las agendas sociales, de conservación o de “compensación”.

Para enfrentar la crisis del hábitat, se propone la economía verde, se impone el discurso de la sostenibilidad y se promueven proyectos como los de compensación de la biodiversidad y absorción de carbono, que son más bien estrategias para perpetuar la primacía del mercado y permite que los responsables de esta crisis puedan evadir sus responsabilidades. Estos proyectos justifican la destrucción, desmovilizan y desplazan las comunidades, y enriquecen a las empresas con nuevos negocios, mientras se mantiene y fortalece el capitalismo petrolero.
Los agresivos procesos de urbanización, siempre organizados alrededor de millones de automóviles, provocan desalojos, desplazamientos, invasiones tanto en las fronteras de las ciudades como en los territorios de extracción. La agenda de crecimiento urbano con la construcción de carreteras y la supervehiculación de las sociedades, es sobre todo funcional a la expansión de las fronteras extractivas de nuevas y viejas empresas de hidrocarburos, con viejas y nuevas tecnologías.

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La Asamblea General de Oilwatch, celebrando sus 20 años de existencia, reunida en Quito en el marco del Foro Social Resistencia al Hábitat III declara:

  1. Las Conferencias de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos realizados en Vancouver en 1976, Estambul en 1996, y Quito en 2016 son un testimonio claro de la relación entre la industria petrolera y la agenda de la urbanización planetaria: las ciudades crecientes son motor, justificación y destino de los hidrocarburos y sus derivados; se constituyen en fuente de energía; y permiten incrementar los ingresos y el poder de la industria del petróleo, gas y carbón, de la abrumadora industria automotriz, la petroquímica, la minería, así como del capital financiero especulativo. Este modelo urbano es una expresión de la civilización petrolera y está profundamente vinculado con la crisis ambiental mundial.
  1. La Nueva Agenda Urbana, lema y objetivo del Hábitat 3, abre la puerta a nuevos patrones de producción, distribución y consumo “sostenibles y responsables”, calificativos que ocultan la obsolescencia, la explotación de la naturaleza y del trabajo humano; el sacrificio de los cuerpos y de territorios como consecuencia de la extracción de petróleo, gas y carbón, fuentes de energía y de insumos para la petroquímica.
  1. Hábitat III promueve e imagina un futuro global esencialmente urbano, desconociendo la importancia de los territorios rurales y el aporte de las comunidades indígenas y campesinas en la sustentación de la vida en el planeta. Justifica el despojo territorial de pueblos ancestrales; el vaciamiento de los territorios para proveer con materia prima a la industria; la urbanización de las selvas, bosques y comunidades campesinas a través de proyectos de “vivienda para los pobres”, “ciudades del milenio” u otros proyectos que se presentan como parte de las agendas sociales, de conservación o de “compensación”.
  1. Para enfrentar la crisis del hábitat, se propone la economía verde, se impone el discurso de la sostenibilidad y se promueven proyectos como los de compensación de la biodiversidad y absorción de carbono, que son más bien estrategias para perpetuar la primacía del mercado y permite que los responsables de esta crisis puedan evadir sus responsabilidades. Estos proyectos justifican la destrucción, desmovilizan y desplazan las comunidades, y enriquecen a las empresas con nuevos negocios, mientras se mantiene y fortalece el capitalismo petrolero.
  1. Los agresivos procesos de urbanización, siempre organizados alrededor de millones de automóviles, provocan desalojos, desplazamientos, invasiones tanto en las fronteras de las ciudades como en los territorios de extracción. La agenda de crecimiento urbano con la construcción de carreteras y la supervehiculación de las sociedades, es sobre todo funcional a la expansión de las fronteras extractivas de nuevas y viejas empresas de hidrocarburos, con viejas y nuevas tecnologías.
  1. Es de especial preocupación para Oilwatch en el marco de la petrolización del hábitat, la ausencia de discusión sobre:
  1. El uso y fomento de energías extremas para apuntalar la urbanización agresiva

Las nuevas tecnologías de la industria de petróleo, gas y carbón ligadas a la búsqueda, extracción, transformación, y manejo de desechos,  en lugar de proteger la naturaleza,   y respetar los derechos de las comunidades aumentan los riesgos y los impactos.  La extracción de crudos extrapesados, el gas y aceite del fracking, la extracción de gas asociado al carbón, la minería de carbón y petróleo, la explotación de aguas superprofundas, la biotecnología para la industria petrolera y la expansión de la petroquímica tienen los mismos y peores impactos de los ya observados en el planeta.

  1. La creación de nuevas zonas de sacrificio

Las nuevas fronteras de extracción de petróleo, gas y carbón son parques nacionales, territorios indígenas, arrecifes de coral, mares profundos, glaciares y otras zonas de extrema vulnerabilidad, así como los cuerpos de los trabajadores y las poblaciones cercanas a estos proyectos. Destruir estas zonas no solo implica la pérdida de un patrimonio de la humanidad, sino que desatará fuerzas incontrolables de la naturaleza. Las industrias ligadas a los hidrocarburos, incluyendo las petroleras, las de servicios, la minera, la automotriz y la petroquímica están ejerciendo  presiones criminales sobre el planeta y su gente. Se hace indispensable establecer las redes de responsabilidad  que actúan frente a este ecocidio y etnocidio.

La frontera extractiva se expande incluso en las ciudades, causando accidentes, derrames, contaminación, despojo de tierras, entre otros impactos adversos, con riesgos enormes para la vida en el planeta.

  1. El análisis sobre las causas del cambio climático y los riesgos de sus efectos sobre las ciudades

La extracción de carbón, petróleo y gas no sólo ha provocado la crisis climática planetaria sino que está provocando desastres extremos, en gran parte, por el carácter experimental de las tecnologías que se usan. Por ejemplo, el fracking está asociado a la generación e incremento de sismos y temblores. La perforación en aguas profundas y la combustión in situ implica graves riesgos para trabajadores y el territorio. Las ciudades cada vez más grandes, son vendidas como espacios de seguridad, bienestar y salvación para las poblaciones que se pretende desplazar, pero son realmente espacios de colapso, en donde se están desatando las peores crisis climáticas.

  1. El exterminio de poblaciones de extrema vulnerabilidad

Los últimos pueblos indígenas aislados que habitan la selva amazónica y el Gran Chaco sudamericano, las comunidades del bosque de la cuenca del Congo, los pueblos pastores del continente africano, las minorías étnicas de Arakan en el sudeste asiático, los pescadores artesanales y recolectoras entre otros, están siendo acorralados por los planes de desarrollo y  extracción de minerales e hidrocarburos.

En los últimos meses en Bolivia, Ecuador y Perú en territorios en donde se realizan actividades de exploración sísmica y de extracción de crudo se ha reportado la presencia de estos pueblos aislados. Siendo estos una prioridad de protección para las Naciones Unidas, urgen acciones inmediatas y la paralización de los proyectos petroleros que amenazan su existencia.

NUETRA AGENDA POR EL HABITAT ES:

Oilwatch trabaja por una civilización post-petrolera, para desfosilizar la economía y descentralizar y diversificar la energía, despetrolizar el sistema alimentario industrial, desurbanizar las vidas de las sociedades, desautomovilizar el transporte, proteger los territorios/comunidades y recuperar las aguas, cuerpos y las selvas.

Oilwatch demanda a las Naciones Unidas bloquear la influencia de empresas en los escenarios de decisión internacional, controlarlas y sancionarlas por sus delitos, transparentar las relaciones de la industria de hidrocarburos y de automóviles con la agenda de crecimiento urbano.

Oilwatch reconoce que los defensores y defensoras de la naturaleza son los únicos que están actuando en responsabilidad con nuestro Hábitat, y demanda para inmediatamente su criminalización, hostigamiento, estigmatización, desprestigio y judicialización.

Oilwatch celebra las formas cómo la naturaleza se rebela reencauzando los ríos a sus cauces naturales, impidiendo el hallazgo y extracción de los fluidos de la tierra (la sangre de la tierra de acuerdo a los pueblos indígenas) y poniendo frenos a la expansión urbana.

Oilwatch se presta a la construcción de alianzas con las organizaciones urbanas para promover juntos nuevas formas de convivencia, armoniosas con la naturaleza, respetuosas de las sociedades, que construyan solidaridad, democracia y planes de vida en común y por el bien colectivo.

Quito, 20 de octubre de 2016