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Noruega no es el mundo

Noruega anunció el apagón analógico de la radio FM. Durante 2017 irá migrando progresivamente a la señal digital DAB, localidad por localidad. La noticia pegó en el medio del snobismo tecnológico que no entiende cómo algo tan anticuado y poco cool como la onda hertziana siga existiendo. Lo cierto es que lo anunciado en el país europeo nos habla más de Noruega que de la radio. Ofrecemos algunas ideas para entender el proceso que parece haberse puesto en marcha.

Lo anunciado en el país europeo nos habla más de Noruega que de la radio.

En primer lugar, Noruega no es el mundo. Es un país de un desarrollo excepcional, difícil de traspolar al resto del planeta. No es dable pensar entonces, que pueda llegar a ser punta de lanza de ningún proceso global. No al menos en lo inmediato. Lo que sigue en los próximos años alcanza a Dinamarca, Suecia, Suiza y Alemania, países que migrarán a la radio digital entre 2019 y 2025.

Radios locales y comunitarias

Por otra parte, la noticia nos hace saber que el apagón de la FM alcanza solo a los grandes grupos de medios, que pueden afrontar los costos del traspaso a la digitalización. Sin el apoyo del Estado ni de las empresas, es impensable hacer una transición que no dañe a las emisoras de menor capacidad, incluyendo a las radios comunitarias, libres y locales. Pero el Estado de Bienestar noruego no ha optado por apoyar a estas emisoras en su adecuación, sino en dejarlas que sigan operando en FM hasta el año 2022 como una forma de beneficiarlas por lo perjuicios que acarrea la transformación. Este será un fenómeno interesante para observar: las radios locales tendrán una oportunidad para captar audiencias y seremos testigos de cómo repercute en los consumos el hecho de que algunas emisoras puedan seguir escuchándose en FM y otras en señal digital. Máxime si escuchamos el generalizado rechazo de la ciudadanía noruega al apagón de la FM, dato de relevancia si queremos entender a la radio en su entera dimensión, y no solo como música saliendo de un aparato más o menos moderno. Según el diario Dagbladet, el 65% de los noruegos se oponen a la medida, que tiene solo un 16% de aceptación. Allí habrá una puja silenciosa: si los oyentes no migran a aparatos digitales, el desarrollo tecnológico chocará con la realidad de que sin audiencia, la radio comercial no tiene caso.

La promesa digital

La promesa es que con la digitalización viene la mejora en la calidad, la diversificación en los usos, la suma de complementos a la escucha, y una mayor cantidad de frecuencias. Sucede que esto solo beneficiará aún más a los grandes jugadores, aquellos capaces de respaldar económicamente la migración. Esto fomenta la concentración: más y mejores frecuencias en manos de los mismos jugadores, nos deja lejos de la promesa digital de la diversidad y el pluralismo.

Más y mejores frecuencias en manos de los mismos jugadores, nos deja lejos de la promesa digital de la diversidad y el pluralismo.

Algunos problemas adicionales son los grandes costos de la transición, no solo para emisores, sino para las audiencias, el problema ecológico que ocasionará la gran cantidad de aparatos fuera de uso y la fabricación de millones de nuevos aparatos, y la brecha de adaptación (hoy 2 millones de autos en Noruega no cuentan con la posibilidad de escucha digital, por ejemplo).

El paréntesis de la FM

Por otro lado, la FM no es la radio. Incluso, es apenas un paréntesis en la historia de la radiofonía. La radio ha atravesado distintas tecnologías y territorios y no ha dejado de ser radio. La radio es o ha sido onda corta, AM, FM, radio en Internet, podcast, radio digital; se escucha o ha escuchado en aparatos a válvulas, a transistor, celulares, computadoras, discos; en vivo y grabado; a distancia y en presencia; en escucha fija y portátil. La radio no es solo una tecnología. No es radio aquello que se soporta en la frecuencia modulada. Radio es una forma de comunicar, es una forma de emplear y combinar materias narrativas sonoras. La noticia del apagón de la FM no hace más que confirmar que la radio es resiliente, y que depende mucho menos de la física, la tecnología y los equipos, que de la necesidad humana de narrar, de escuchar y de ser oído.

Radio es una forma de comunicar, es una forma de emplear y combinar materias narrativas sonoras.

Habrá que seguir de cerca cómo se desarrolla este proceso, tratando de no fascinarnos por los espejitos de colores de una posibilidad tecnológica que viene siendo la promesa de salvación de la radio desde hace varios años, pero que nadie hasta ahora había intentado. Por lo pronto, la apuesta de Noruega es apenas una anécdota en nuestro ecosistema mediático.

Imagen: The Country Caller